sábado, 29 de julio de 2023

12) 2023 Julio. El valor de la historia, por Emiliano Vidal. Radio Gráfica 28/07/2023.

El valor de la historia Por Emiliano Vidal * El 10 de diciembre de este 2023, se cumplen cuarenta años ininterrumpidos del regreso de la democracia. En octubre de 2019, el amplio triunfo electoral por un 48 % de los votos a la fórmula presidencial Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, fue el resultado de la enorme desilusión y frustración para propios y extraños que fue la gestión de Mauricio Macri. El fracaso de la política económica, las promesas vacías, el deterioro de la calidad de vida, al cierre de miles de pequeñas y medianas empresas y la consecuente desocupación, pesaron más en el electorado que el intento reeleccionista -el cual contaba con todo el apoyo de sectores poderosos de adentro y de afuera- para que el macrismo continuara en el Gobierno nacional. Si el tiempo es un buen ordenador, la interpretación por consiguiente es que la mayor parte de la sociedad no eligió un plan de gestión distinto pensado en el período ejecutivo que fue del 25 de mayo de 2003 al 10 de diciembre de 2015. Lo primordial era terminar con un gobierno que la mayor parte consideraba irritante. Los párrafos siguientes intentan ser un aporte en el análisis de estos comicios de agosto, las denominadas PASO, centrando la atención en los principales candidatos para el período de gobierno 2023/2027. “El poder te lo quitan con la misma facilidad con la que te lo dan. Un día te votan y un día te abandonan porque el poder es de la gente con la que tenés que acordar todos los días el rumbo a seguir. Así es como te siguen empoderando. Pero hay que tener muy claro que nada de esto es de uno”, declaraba Alberto Fernández, el todavía presidente de la Nación, en un reportaje para el diario Pagina 12, en abril 2020, en plena irrupción de la pandemia de coronavirus. Todo un corolario de lo que fue su gestión. La manera de percibir una serie de cualquier plataforma o incluso una película, puede ser un modo apropiado para interpretar la misma realidad: mirar cada momento como si fueran diapositivas o fotogramas de una gran y enorme obra. En mayo de 2019 era casi inviable que la entonces senadora nacional Cristina Fernández de Kirchner se convierta en la candidata a presidenta por la entones oposición. Fue ungido a su instancia, el actual jefe de Estado, Alberto Fernández, porque una propia candidatura de la ex Presidenta no aseguraba una victoria en primera vuelta. Una decisión táctica y estratégica, cuyo trípode de poder se basó en un amplio conjunto de sectores con distintos grados de hartazgo del macrismo, un candidato inesperado pero funcional de origen kirchnerista, pero con anclaje opositor y el desencanto de una gran porción del electorado votante de la alianza Pro/UCR en cada acto electoral que hubo entre los años 2015 y 2017. Con décadas de atraso, la disolución de los ministerios de Trabajo y Salud a simples secretarias en la idea de desperonizar la historia y con un país aún más endeudado, tras derrotar la reelección de Macri en las PASO y luego en la primera vuelta de los comicios de octubre de ese 2019, una vez asumido la gestión incipiente de los Fernández se topó con una dificultad inesperada: una pandemia letal, de ribetes de ferocidad inalcanzables sobre toda la humanidad. Los muertos y el colapso sobrevinieron en el mundo entero. La economía mundial se paralizó. Toda la reciente asumida gestión de Alberto Fernández en la presidencia de la Nación se subsumió sobre el consumo para evitar situaciones de desesperación social, ayudando a las empresas a pagar los sueldos, a reforzar el sistema sanitario, a la aprobación de un impuesto extraordinario a la riqueza, a una campaña de vacunación histórica con provisión de todas las vacunas para todos y todas. Las dependencias Trabajo y Salud recobraron su status ministerial. Seguramente cuando se escriba la escueta página del gobierno albertista, se recordarán esos años de lucha pandémica, empañados por aquella foto innecesaria en la residencia de Olivos y en medio de la cuarentena obligatoria por el festejo del cumpleaños de la esposa del mandatario. En los comicios legislativos de 2021, no ganó el Pro/UCR opositor, llamado Cambiemos. El que perdió fue el oficialista Frente de Todos, devenido recientemente en Unión por la Patria. El rejunte macrista y radical había sumado los mismos votos que en las elecciones anteriores. Perdió Alberto, pero también quien lo había entronizado. Fue la propia Cristina quien había estado muy de acuerdo en la aparición de Martín Guzmán en Economía y quien no logró impedir las agachadas del gobierno antes los poderes concentrados. La administración de los Fernández fue desilusionando paulatinamente a esos sectores que lo sustentaron en 2019. El electorado premia o castiga. En la crisis de 2001, irrumpió el voto “bronca”, impugnado las urnas. Dos décadas después, para estas PASO, pueden volver a primerear el clásico votó en blanco, el sufragio hacia partidos de la izquierda o para personajes actorales como Javier Milei. Interpretando los hechos recientes, la gestión de este gobierno saliente no debió subsumirse únicamente a la lucha frente a la pandemia. Parafraseando al recordado escritor José Pablo Feinmann, “el hambre también mata. Cuando se dice que hay siete millones de indigentes se está hablando de la muerte, no de una estadística. Es como la frase de Todorov sobre el Holocausto: No mataron seis millones de judíos, mataron uno y luego lo mataron seis millones de veces más”. La expulsión de millones de seres del ámbito de la sociedad civil también culmina en la muerte. “El Gobierno popular se había fortalecido en la lucha con la pandemia. Por fin el Estado servía más a la vida de la población que el endiosado mercado. ¿Por qué no vigorizar la microeconomía? ¿Alguien ignora que la microeconomía es esencial para el estómago, para el equilibrio de las personas que los números de la macroeconomía? A los pobres no hay que regalarles nada. Hay sentarlos a la mesa de todos y darles trabajo digno. Si un gobierno se dice popular o peronista no puede tener siete millones de indigentes. Así nomás y punto”, decía el enorme filósofo Feinman. Para el pensador, Julio Fernández Baraibar, “el peronismo real, que gobernó al país entre 1945 y 1955, así como el movimiento al que dio origen y que tuvo como eje articulador de toda su política al general Juan Domingo Perón, tuvo como programa permanente la instauración en la Argentina de un capitalismo autónomo, auto centrado, que convirtiese la renta diferencial del régimen agroexportador en plusvalía industrial, en fábricas y trabajadores, asalariados y sindicalizados. Para lograr ese objetivo debió reunir en un solo gran movimiento al conjunto de sectores sociales, fuerzas y dirigentes políticos enfrentados al viejo régimen que llamaremos agroexportador, para centrarnos en su aspecto económico, y que fue conocido tradicionalmente como oligarquía”. Sigue Baraibar: “lo característico y novedoso fue el amplio espectro político, económico e ideológico de ese nuevo movimiento. Desde los obreros hasta los nuevos empresarios, desde sectores vinculados a la producción agropecuaria hasta industriales navieros, desde notorios masones a católicos declarados y militantes, desde resonantes apellidos de las desvaídas aristocracias provinciales hasta los hijos de árabes y judíos que en las provincias, sobre todo del NOA, iban conformando una nueva burguesía, todos los sectores enfrentados al viejo país agroexportador, al privilegio oligárquico tuvieron su lugar en el Arca de Noé que fue siempre el peronismo”. Quizá la candidatura de Sergio Massa o del propio Horacio Rodríguez Larreta sean la secuela final de estos dos desengaños. La de Mauricio Macri y la de Alberto Fernández. Mejor exponente de camaleonismo político que del actual ministro de Economía no hay, salvo la excepcionalidad de un caso para analizar para las generaciones presentes y futuras: la figura de Patricia Bullrich, comenzando en su etapa setentista en Montonero, a ser ultra menemista, ministra de Trabajo en la Alianza UCR/Frepaso de Fernando de la Rúa, coquetear políticamente con Jorge Argüello y Gustavo Béliz, a estar con Elisa Carrió y culminar siendo ministra de Seguridad y titular del partido creado por Mauricio Macri. Tras la presidencial segunda vuelta electoral de 2015, quedó demostrado que la unión Pro/UCR no se había preparado para ganar ni el Frente para la Victoria con Daniel Scioli de candidato, se imaginaba que iba a perder. Aunque las encuestas verdaderas ya permitían vislumbrar el resultado, las dos fuerzas estaban instaladas en su rol de oficialismo y oposición y sus estrategias y políticas se estructuraban en esos roles. Lo cierto que el nuevo presidente de todos los argentinos y argentinas encontrará un país algo mejor que el que recibió Alberto Fernández en 2019. Quizá, y teniendo en cuenta el calibre de los principales candidatos, una vez asumido el nuevo gobierno nacional hasta el año 2027, cuente con la ayuda invalorable de los grandes medios de comunicación nacionales que castigaron impiadosamente a Cristina Fernández de Kirchner por atentar contra sus intereses. En el axioma jauretchiano, se refiere a la historia como política del pasado y a la política como historia del presente, dejando de lado la idea académica que habla de la neutralidad del historiador. La subjetividad reemplaza a la objetividad cuando se escudriña en el pasado. Roer en el ayer no es manipular. Es interpretar. Con todos sin dejar de lado a nadie. Detentar una memoria social que oficie de escudo para evitar que hay que comenzar siempre de nuevo. En esta línea, el ensayista Francisco Pestanha explica que Arturo Jauretche no es considerado un científico a pesar de que sus escritos refieren a los cambios en la sociedad política y social. “Jauretche consideraba que la historia no es solo pasado, sino que es lo que empezó antes y continúa hoy proyectando hacia el futuro. Sucede que el creador de FORJA planteaba mirar el ayer desde sus resultados que son los correspondientes al presente que toca transitar. Una especie de lograr una continuidad de lo anterior. Hablaba de interpretar a los pueblos como eslabones de una cadena. De los hijos a los nietos sociales”. Semanas después del 25 de mayo de 1810, la pugna entre unitarios y federales tuvo sus primeros intérpretes en el militar Cornelio Saavedra y al abogado Mariano Moreno. La cuestión se centraba con relación a los mecanismos en que debían repartirse los recursos y el manejo de la incipiente economía una vez disuelto el virreinato del Rio de la Plata. Una década posterior, ni los ecos quedaban de la efímera Primera Junta de Gobierno. Manuel Belgrano murió en soledad y en la pobreza mientras los referentes provinciales anudaban las riendas de sus caballos en la porteña Pirámide de la Plaza de Mayo. La historiografía mitrista llamó el “día de la anarquía” a ese 20 de junio de 1820 al mismo tiempo que Belgrano, el creador de la Bandera, el abogado del Pueblo y General de la Revolución, moría. Nada más lejano. Desde hace décadas, en la Argentina hay un desconocimiento de las reglas de juego internacional y de la historia de cómo otras naciones construyeron su poder. Transitando la historiografía nacional, hay fechas que ameritan un análisis profundo con asiento en la actualidad. El 3 de febrero de 1852, es un momento histórico en el que tuvo lugar la batalla de Caseros, a través de la cual Inglaterra y el Imperio del Brasil, utilizando como mascarón de proa al gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza, derrotaron a las tropas de la Confederación Argentina. La historia se repite junto al 16 de septiembre de 1955 y al 24 de marzo de 1976. En cada una de esos propósitos, fue derrotado el proyecto de construir una patria planificada, más justa, soberana e industrial. “Cuando cayó Juan Manuel de Rosas y con él su ley de Aduanas, nuestras industrias se arruinaron. Desde hace décadas, en el país nadie estudia cómo construyó su poder Estados Unidos, o Alemania, Canadá, Corea del Sur”, explica el escritor Marcelo Gullo, autor de la teoría de la insubordinación fundante, en el camino de impulsar un país industrial. En los flujos y reflujos de este tramo de la historia, los argentinos y argentinas han conquistado y preservado la vigencia del lenguaje democrático. El imaginario igualitario de la democracia ha sobrevivido las circunstancias más críticas. El odio es la negación del pensamiento y de todo consenso posible. El odio alimenta el conflicto pero no lo enriquece. Pensar para querer y querer para saber y conocer. Algunas reflexiones en miras a los próximos comicios, de quien esto escribe, un nacido en el lapso de la última dictadura cívico/militar, y a cuatro décadas de democracia ininterrumpida. Bibliografía utilizada: notas periodísticas de los autores: Marcelo Gullo, Gabriel Fernández, Julio Fernández Baraibar, José Pablo Feinmann, Gustavo Campana, Francisco Pestanha y Hernán Brienza. (*) Abogado

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