martes, 20 de junio de 2023

8) 2023 Junio: Querer a Belgrano, por Emiliano Vidal. Radio Gráfica.

Querer a Belgrano 20 junio, 2023 Querer a Belgrano Por Emiliano Vidal * La parábola de la democracia a cuatro décadas de su regreso, también concierne saber quién es quién en la historiografía nacional. Conocer a Manuel Belgrano, para querer y querer para ser, también están en el trayecto del pueblo. El abogado y periodista seculariza en soldado de la Patria incipiente. No tiene día que lo recuerde en el calendario oficial. El día de su fallecimiento, 20 de junio de 1820, la ley N° 12.361 creada durante la Década infame en 1938, conmemora a la insignia nacional. Nació en 1770 y murió un 20 de junio de 1820. Es el hombre y sus circunstancias. Que los párrafos subsiguientes sean un aporte en conocer y querer, tan vigente, a Manuel Belgrano. En 1776 y en pleno proceso de decadencia, la corona española forma para sus colonias el Virreinato del Río de la Plata, que no era otra cosa que un conglomerado económico con asiento en la ciudad puerto principal de Buenos Aires, al compás del comercio con barcos y barcazas extranjeras. La situación financiera tampoco en aquel entonces era sencilla. Con Inglaterra dueña de los mares y las revoluciones y guerras en el resto de Europa, hacia 1804 la corona impulsa la creación del Consulado de Industria y Comercio. Para su conducción es el elegido un hombre de 24 años, formado en la Universidad de Salamanca, e influenciada por las ideas provenientes de la revolución francesa de algunos años antes. Hasta 1778, Buenos Aires vivía de la importación legal e ilegal de las manufacturas importadas, y hacia su interior, las economías regionales subsistían de las ganancias agrícolas y ganaderas. El 6 de noviembre de 1809 el poder español aprobó para sus colonias un reglamento provisorio de libre comercio que ponía fin al monopolio español y autorizaba el comercio con los ingleses. Este régimen transitorio tenía fecha de caducidad, que se fijó para el 19 de mayo de 1810. Seis días después comenzaba otra historia que tendría a Belgrano como uno de sus grandes protagonistas. Protección de la economía o librecambio. Siempre se trató de esta ecuación en cualquier momento y tiempo. Hacia 1779, la introducción de productos importados en Buenos Aires, en su mayoría ingleses, lacera, el interior del Virreinato. Para 1806 la situación es alarmante. El entonces funcionario Belgrano lucha en soledad. Para cuando los británicos acaparan territorio, es el último en abandonar la función virreinal. Aquel hombre de treinta y seis años se alista en las usinas del francés Santiago de Liniers, uno de los encargados de la defensa de la ciudad porteña. Obligado a obrar de apuro y ser para lo que no se preparó, con el aval del propio Liniers, se hace cargo del Regimiento de los Patricios que reunían a los vecinos de Buenos Aires, mientras que los Arribeños pertenecían a las milicias de las provincias norteñas. El 10 de febrero de 1807 se produce un suceso impensado: el Cabildo porteño, en Junta de Guerra, presiona a la Real Audiencia, eterno montepío asesor, y decreta la destitución del aún virrey Sobremonte. Para el 25 de mayo de 1810 la escena política es completamente diferente. No así la economía. Había que propagar las ideas revolucionarias. Con la palabra o con las armas. Tras el triunfo en Tucumán y la epopeya del Éxodo den Jujuy en 1812, los meses veraniegos del año siguiente, calzan bien para estudiar la versión en castellano de la “Oración de Despedida de George Washington”, documento que el primer presidente de los Estados Unidos escribió el 17 de septiembre de 1796, cuando decidió retirarse a la vida privada. Fue ese mismo mes del año 1813, cuando en la caída de la flota de Montevideo en San Lorenzo, la estrella de José de San Martín comenzó a irradiar su camino en la historia y forjar una amistad epistolar con Belgrano. La indocilidad hacia Buenos Aires se hace notar. El Triunvirato porteño, con Bernandino Rivadavia a la cabeza, propulsa retroceder y no presentar batalla a los realistas. Manuel Belgrano, sabe que a un pueblo no se lo abandona. Misma convicción cuatro años después, en 1816, durante las sesiones del Congreso de Tucumán. El abogado Belgrano revindica el lugar y los derechos de los pueblos originarios con la propuesta de promover un rey Inca. De allí, el sol radiante en la bandera nacional, el Dios Inti, las alusiones a Viracocha y el Sol de Mayo. Sí, la insignia es el símbolo que repudia Buenos Aires, resplandecida por primera vez en la ciudad de Rosario y luego en la provincia de Jujuy. Belgrano y el contrabando El periodista escribe aún antes de los hechos revolucionario. Con igual afán, en la campaña militar, el ahora General repasa sus días al frente de Consulado: “la deplorable situación en que nos hallamos, casi rotos todos los vínculos de nuestro comercio nacional por el tirano de la Europa, muchas veces me ha hecho dejar la pluma de la mano para el desempeño de la obligación que me impuso el rey, viendo que por todas partes se presentan obstáculos. A cualquier lado que dirijo la vista, miro al comercio. Tras señalar que mientras los comerciantes honrados esperaban sabias disposiciones de nuestro supremo gobierno para solucionar esos males, otros, amparados en el espíritu cruel de la codicia, se enriquecían con el inicuo tráfico del contrabando”. Parece elaborado anoche. Fue hace casi 220 años atrás. Más se conozca a personas como Belgrano, más argentinos y argentinas se acercarán a la militancia política. En el lugar que les toque. El escritor Hernán Brienza interroga al azar en la figura de otro Manuel y quien fuera alterno del devenido General “¿por qué razón la vida y la muerte de un coronel que nació y fue asesinado hace más de dos siglos volvió como un fantasma en los albores del siglo XXI?; ¿sobre qué nos vino a alertar, qué nos vino a anunciar o develar esa “sombra terrible” de Manuel Dorrego?”. Los argentinos podremos recolectar en la historia aquellas señales que permitan comprender o intuir el presente y el futuro. Belgrano, quien fuera superior de Dorrego, en las tropas del Ejército del Norte hacia 1812, están en esa línea. El historiador estadounidense, Nicolas Shumway, desde su libro “La invención de la Argentina”, señala que “la Argentina es una casa dividida contra sí misma y lo ha sido al menos desde que Moreno se enfrentó a Saavedra. En el mejor de los casos, las divisiones llevan a una impasse letárgica en la que nadie sufre demasiado; en el peor, la rivalidad, las sospechas y los odios de un grupo por el otro, cada uno con su idea distinta de la historia, la identidad y el destino, llevan a baños de sangre como las guerras civiles del siglo pasado o a la guerra sucia de fines de la década del 70”. Otros son estos tiempos. En diciembre de este año se cumplirá cuarenta años de democracia interrumpida. La dicotomía amigo/enemigo decanta hacía otros momentos. Una muestra son los malogrados resultados de los candidatos provinciales que responden a Javier Milei, Conocer para querer la figura de Manuel Belgrano, aquel civil que no dudó en ser lo que no se preparó, es un buen punto de partida. (*) Periodista y abogado

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